¿Que Significa Gonorrea En Colombia?

La gonorrea es una enfermedad de transmisión sexual que afecta a millones de personas en todo el mundo. En Colombia, esta enfermedad también es un problema de salud pública, ya que se estima que cada año se registran miles de casos nuevos. La gonorrea es causada por una bacteria y puede afectar tanto a hombres como a mujeres, provocando síntomas incómodos y dolorosos. En este artículo, vamos a profundizar en la definición de gonorrea en Colombia y cómo se puede prevenir y tratar esta enfermedad.

¿Que Significa Gonorrea En Colombia?

¿Que Significa Gonorrea En Colombia?

La gonorrea es una infección de transmisión sexual que puede afectar a hombres y mujeres. En Colombia, desafortunadamente, la palabra “gonorrea” también se utiliza como un insulto hacia otras personas. Es importante educar a la sociedad sobre la gravedad de esta enfermedad y desalentar su uso como término despectivo.

¿Qué significa la palabra gonorrea en Medellín?

¿Qué significa la palabra gonorrea en Medellín?

¿Qué pasó con gonorrea antes de convertirse en nea, entre su origen y su acortamiento postY2K? Para establecer su año de nacimiento primero habría que echarle una ojeada al Diccionario de los mariguaneros, que saldría a la luz en Medellín abriendo 1980, gracias a los poetas Germán Suescún y Hugo Cuervo, y que sería el repertorio de una jerga que había bebido de las mismas fuentes léxicas de las que posteriormente surgiría el parlache, por lo que podría considerarse una suerte de protoparlache. Al abrirlo en la ge, y avanzar hasta la página 68, se pasa directamente del verbo transitivo “golpiar” al sustantivo “gorgonazo”, es decir, el Diccionario de los mariguaneros no incluye el adjetivo “gonorrea”. Si bien, sí incluye, por ejemplo, el insulto más usado del parlache tras gonorrea, sí, “pirobo”. Prueba necesaria y contraprueba suficiente para afirmar que la gonorrea lanzada como injuria no es anterior a 1980. Un año después, en 1981, la editorial Letras publicaría Bacano Llave, de Alberto Piedra. Desconocido ejemplar de la oralitura colombiana que, a la manera de un libro almanaque, relataría las desventuras de Bacano Llave Restrepo: un nomen nescio de la comuna noroccidental de Medellín, del barrio Robledo, el tercero de cinco hijos de Jesús Llave, un expartidario de la Anapo muerto en una balacera mientras ejercía su oficio de celador, y de Rosalba Restrepo, ama de casa impedida laboralmente por la variz. No bien cumplida la mayoría de edad, empezarían las penurias de Bacano: tras pasar sesenta días en Bellavista por mariguanero y vago reconocido, viajaría a Cali con la esperanza de refundarse. Allí, sin embargo, se haría adicto a mirar “hembritas” en el parque La María bajo los efectos del daprisal: “¡¡¡Qué culos!!! Cuando a uno le explotan los dapris se siente el putas. Pero no es como el guaro que uno se pone a peliar sino que le da es por votar caspa, fumar leña y rodarla”. Ese pasatiempo caicediano lo financiaría al venderle a unos gringos dos metros de perico falso, o sea un mix pulverizado de tres pastillas de silocaina y dos de mejoral, a precio de cuatro y medio del verdadero. Todo iría bien hasta que Bacano abandona su radio de acción, el perímetro del parque La María y sus alrededores: al adentrarse en San Fernando se toparía con un tropel entre la policía y unos estudiantes del Santa Librada, del popular Santa Pedrada. El efecto acelerador del daprisal lo obligaría a acercarse a ese ojo del huracán: lo miraría fijamente más de la cuenta y se ganaría una golpiza de los tombos. Con la golpiza vendría una elipsis narrativa del tamaño de una casa. Tan grande que, una vez superada, Bacano estaría de regreso en Medellín, recluido en un manicomio para curarse de sus adicciones, en una pieza de tres metros cuadrados con un afiche del poderoso de la montaña personalizando una de sus cuatro paredes. La elipsis es tan grande que, como en todo libro almanaque, sería minimizada al pasar la página por un elemento que contextualiza la narración: una caricatura, una foto o, en este caso, una noticia que reproducía la primera aparición de Medellín en Newsweek, al ser declarada por ese semanario la ciudad más peligrosa del mundo, lo que, por ejemplo, llevaría a clausurar el consulado gringo en Medellín promediando 1981. Ese año la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de la ciudad más peligrosa del mundo sería 56. Finalmente, aunque Bacano Llave incluiría elementos lingüísticos que iban más allá de los contenidos en el Diccionario de los mariguaneros, tales como la locución adverbial y la negación enfática más usadas del parlache, esto es, “a la final” y “la chimba”, no incluiría a gonorrea, luego, es altamente improbable que esa palabra usada como insulto sea anterior a 1981. Un año después, en 1982, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de la ciudad más peligrosa del mundo sería 57. Y en 1983, 58. Cerrando ese año, como si hubiera sido determinada por la curiosa progresión aritmética de esa tasa, 56, 57, 58, aparecería el primer registro público de gonorrea en calidad de insulto. Sí, en Los habitantes de la noche. Aquel mediometraje de Víctor Gaviria cuyo argumento podría considerarse la continuación clase media de Bacano Llave: al filo de la medianoche, a seis muchachos desparchados en una esquina cualquiera del centro occidente de Medellín, se les ocurre rescatar a un compinche internado en el manicomio por su adicción a la mariguana. Al compinche lo apodaban el Topo por la cuarta acepción del DRAE, acepción que lo igualaría con Bacano Llave Restrepo: “Persona de cortos alcances que en todo yerra o se equivoca”. Para trasladarse hasta el manicomio, sito en el Bloque 4 del San Vicente de Paúl, les robarán cuatro bicicletas a cuatro celadores de Florida Nueva, barrio en el que había crecido Víctor Gaviria. Mientras el tercero de los celadores telefonea al radioprograma nocturno que le da nombre al mediometraje para denunciar el robo, le hurtan la bicicleta al cuarto: ocurre en el puente que atraviesa la quebrada Ana Díaz a la altura de la carrera 77A con la 79B. Al ser atracado, el cuarto celador exclama: “Gonorreas, respeten, malparidos”. Según el locutor, es la 1:28 a. m. del 4 de octubre de 1983, día de San Francisco de Asís. Sí, el locutor era Alonso Arcila, hermano menor de Rubén Darío Arcila, el narrador de ciclismo que, aquel 9 de julio de 2017, le daría paso al periodista de turno del canal Caracol que desconocía el significado de “nea”. Un año después, el distópico 1984, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de la ciudad más peligrosa del mundo sería 71. Y en 1985, 101. Ese año, del 10 al 15 de febrero, se publicaría en El Mundo la legendaria pentalogía de crónicas de Ricardo Aricapa titulada “S.O.S desde Bellavista”, en donde por primera vez se divulgaría el parlache a través de un medio masivo, en donde por primera vez se leería masivamente, por ejemplo, la forma de tratamiento para referirse a un amigo muy allegado, esto es, “parcero”, en uno de los pies de foto de la última entrega: “Carlos Robeiro Valencia Gómez, alias el Parcerito, uno de los duros del patio cuarto. Tiene más entradas a Bellavista que años de edad”. Tenía 17 años y 22 entradas, todas por robo, era de Manrique, el mayor de ocho hermanos, y, como Bacano Llave Restrepo, huérfano de padre. “S.O.S desde Bellavista” incluiría insultos como pirobo, pero no el capital, gonorrea. Un año después, en 1986, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de la ciudad más peligrosa del mundo sería 123.
Como si ese 123 fuera una llamada de emergencia, pues desde ahí el homicidio sería la primera causa de mortalidad general en Medellín, cerrando ese año se filmaría Rodrigo D. No futuro. Sí, la película protagonizada por actores naturales de Manrique Guadalupe, pero rodada en Robledo El Diamante, es decir, la película que igualaría los destinos de las comunas noroccidental y nororiental de Medellín, representadas, respectivamente, por Bacano Llave Restrepo y por alias el Parcerito. Allí, gonorrea se pronunciaría once veces: tres, el Burrito; cinco, el Alacrán; dos, las hermanas Castro; y una, Ramón. Ese mismo año saldría a la luz El cartel punk de Medellín, un compilado de 37 canciones distribuidas en 20 agrupaciones, sí, aquel que tendría en la portada a Pablo Escobar con cresta, botas platineras y una botella de Chamberlain en la mano diestra. Aquel cuya octava canción, “Ramera de barrio”, de Mutantex, sería la primera en incluir el insulto de insultos, gonorrea, en el intro, parodiando Las mañanitas: “Estas son las chimbaitas / que más me emputan a mí / que las gonorreas más putas / jamás me lo dan a mí”. Esa octava canción, un par de años más tarde, sería la número cinco del lado A de la banda sonora de Rodrigo D. No futuro. Precisamente Ramiro Meneses, protagonista de la película y baterista y vocalista de Mutantex, escupiría el primer registro público de una acronimia formada con gonorrea, sí, en uno de los dos detrás de cámaras de Rodrigo D., titulado Cuando llega la muerte: Rodrigo, encarnado por Ramiro, está improvisando con el que será su hermanito en la película. De repente, un zócalo anuncia en letras rojas: “Buscando a los personajes, mayo de 1986”. A continuación, Rodrigo le dice a su hermanito que lo único que le gustó del colegio fue una clase de ciencias en la que le mostraron un feto de un marrano conservado en un frasco de vidrio. Y luego zanja la situación así, resumiendo: “Eso era lo único que me gustaba a mí, pero de resto, qué profesores tan petorreas los que había allá”. Petorrea: acronimia o cruce entre petardo y gonorrea, petardo en el sentido de la segunda acepción del Diccionario de parlache, a saber: “Persona poco competente”. Un año después, en 1987, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de la ciudad más peligrosa del mundo sería 142. Y en 1988, 198. Ese año se registraría la primera aparición de la gonorrea del parlache en la literatura, sí, en Los caminos a Roma, de Fernando Vallejo, como si todos los caminos condujeran a la gonorrea: un Vallejo viejo, el narrador, recordará a un Vallejo joven, el que había viajado a Roma para estudiar en el Centro Experimental de Cine. Una tarde, a la residencia en que se hospedaba el Vallejo joven, llegará un grupo de músicos judíos, entre ellos, una niña, la única que hablaba español. Pero no será cualquier español: “Me hablaba de vos, pero no era el vos de Antioquia que es vos y tú, ni era el vos mayestático. Era un vos que nunca antes había oído. Suyo, solo suyo. El vos que usó Castilla cuando su lengua no conocía el usted”. Ese español arcaico, constatará el Vallejo joven con el tiempo, o sea el Vallejo viejo, era el de los sefardíes expulsados de España, de Toledo, por los Reyes Católicos, el fatídico 1492. Sí, el aprendido por Colón, el de Fernando de Rojas. Con ese español celestino la niña pronunciará el lugar de origen del Vallejo joven: “¿Antioquia dixistes?”. Aunque se hablaban desde un español arcaico a uno lleno de arcaísmos, el llamado antioqueñol, el Vallejo joven le dirá a ella: “¿Que mi idioma se ha hecho nuevo y el tuyo viejo? ¡Qué importa! Una sola cosa te quiero decir, mocita, pero no te la digo ahora, te la diré mañana”. La mocita, sin embargo, dejaría Roma en la madrugada, luego, el Vallejo joven nunca le dirá lo que le tenía que decir. Al recordar esa lejana decepción, el Vallejo viejo rematará ese aparte del libro, el tercero de su pentalogía autobiográfica, así: “Palabrería. Marihuanadas. El amor es una gonorrea del alma. Con perdón”. Un año después, en 1989, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de la ciudad más peligrosa del mundo sería 237. Y en 1990, 312. En agosto de ese año se publicaría No nacimos pa’ semilla, de Alonso Salazar, una suerte de polifonía del círculo vicioso de los combos de Medellín. Polifonía que, siguiendo el denominador común de Bacano Llave Restrepo o de alias el Parcerito, giraría en torno a Toño, un sicario de la nororiental, de 20 años, el mayor de muchos hermanos huérfanos de padre. Toño, tras sufrir un atentado de Los Capuchos, un grupo de autodefensa, morirá lentamente en el pabellón San Rafael del San Vicente de Paul: “Con voz tranquila empieza a contarme su vida, mirándose hacia adentro, como haciendo para él mismo un inventario”. El inventario iniciaría con la mala estrella de los 13 muertos que llevaba encima. Pero No nacimos pa’ semilla también incluiría otro inventario, sí, sería el primer libro en anexar un glosario del parlache: “Este es un listado de palabras de uso común entre los integrantes de las bandas. Muchas de estas expresiones han permeado otros círculos sociales de Medellín, donde actualmente es corriente su utilización”. Glosario que, por supuesto, tendría en cuenta a gonorrea: “Persona despreciable”. Lo haría para poder explicar el metainfierno, “el túnel”, la peor celda de la Guayana, que era el sector donde iban a parar los parias, los desterrados de los patios de Bellavista: “El túnel es la cárcel de la Guayana, como quien dice el infierno del infierno. Es una celda húmeda por donde pasa la mierda. Al túnel caen las peores porquerías de Bellavista, las gonorreas”. Un año después, en 1991, la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes de la ciudad más peligrosa del mundo llegaría a su máximo histórico, a la insuperable cifra de 375..

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¿Qué significa la gonorrea?

¿Qué significa la gonorrea?

La gonorrea es una ETS que puede afectar a hombres y mujeres, causando infecciones en los genitales, recto y garganta. Es una infección bastante frecuente, especialmente en jóvenes de entre 15 y 24 años.

¿Qué significa Gorronea en Colombia?

¿Qué significa la palabra gonorrea en Venezuela?

¿Qué significa la palabra gonorrea en Venezuela?

En Colombia, cuando alguien dice “¡Mírela, es mona!” se refiere a una persona con cabello rubio o que tiene una apariencia atractiva. Sin embargo, en Venezuela, esta expresión se usa de manera despectiva para referirse a alguien que se considera vulgar o poco educado. Es importante tener en cuenta estas diferencias culturales al comunicarse con personas de diferentes países.

En conclusión, la gonorrea es una enfermedad de transmisión sexual que afecta a muchas personas en Colombia y en todo el mundo. Es una condición que puede ser tratada con medicamentos, pero que puede tener graves consecuencias si no se trata adecuadamente. Es importante que las personas se informen sobre la gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual para poder prevenirlas y protegerse a sí mismos y a sus parejas. En Colombia, existen programas de prevención y tratamiento de la gonorrea a los que se puede acceder para obtener ayuda y orientación. Es fundamental que las personas se eduquen y tomen medidas preventivas para evitar la propagación de esta enfermedad y otras enfermedades de transmisión sexual.

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